Navidad


Debería ser una época de felicidad, gozo y buenas intenciones. Sin embargo, es tan sólo una época de consumo. Un consumo desmesurado.

La espiritualidad se ha perdido. Creer en algo que no se ve, en algo que se supone que es justo pero permite cierto tipos de injusticias cada día cuesta más. Aunque supongo que hay es donde entra la Fe.

Antiguamente, en esta época las personas se reunían para celebrar la cosecha. Después la Iglesia viendo que sería difícil de quitar dicha fiesta pagana la convirtió en una fiesta religiosa. La gente se seguía reuniendo en las casas con sus familiares y amigos más allegados, compartiendo una comida y celebrando el nacimiento del niño que salvo a la humanidad.

Y durante muchos siglos, los cristianos se reunían en estas fiestas, donde lo importante era el nacimiento del pequeño y no recibir unos regalos.
Pero el mundo avanzo y de repente en el siglo XX a una compañía de refrescos se le ocurrió recurrir a una pequeña leyenda donde un santo regalaba cosas necesarias a los menos afortunados. Así nació Santa Claus, Papa Noel o San Nicolás.
Viendo que no tenían muchas ventas en una época, decidieron hacer la mayor campaña publicitaria jamás vista, logrando llegar a cualquier casa del mundo.
Y así nacieron las Navidades consumistas, donde lo importante era hacer regalos, donde la religión paso a segundo plano y donde los sentimientos de buen corazón fueron sustituidos.

Supongo que no es tan radical, y que los buenos deseos en el fondo de los corazones abundan pero si nos paramos a mirar el mundo vemos que en estas fechas que son para compartir lo único que se habla es de lo que se compra o se deja de comprar.
Si nos parasemos a pensar en aquellas Navidades donde la gente compartía lo que tenía y la comparamos con las de ahora nos daría vergüenza porque ahora ya no somos capaces de compartir.

No sé si un Dios mando a su hijo para salvar el mundo, no sé si ese hijo nació en el frío invierno y no sé si una estrella guio a unos Reyes de Oriente Proximo para presentarle unos regalos. Tan poco sé si de verdad existió el monje/cura San Nicolas y si de verdad daba esos regalos sin recibir nada a cambio.
Pero a veces, es bonito pensar que los seres humanos no albergamos tan solo odio, rencor o maldad. A veces es bonito pensar que esas cosas ocurrieron, que somos capaces de movernos sin esperar nada a cambio.

Tal vez el Espiritu Navideño debería volar más y repartir más de si mismo.

Empezando por mi misma.

¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!!

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